El 24 de octubre de 2003 Ryszard Kapuscinsk recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por «su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje».
Hace unos días descubrí, por casualidad, la entrevista que le hizo Fernando Sánchez Dragó justo el día antes de recibir ese galardón en Oviedo. Son 55 minutos de periodismo puro, de diseccionar la profesión, de reporterismo en vena.
Durante la conversación Kapuscinski hace un repaso muy personal de su trayectoria profesional y de su visión del periodismo en ese momento. Por ejemplo, afirma que aprendió a ser reportero leyendo a Herodoto, un historiador y geógrafo griego que vivió entre el 484 y el 425 a.C., y al que considera como “el primer reportero del mundo”.
El 1 de mayo de 2003, unos meses antes de recibir el Premio Príncipe de Asturias y de la entrevista, el diario El País publicó un artículo en el que Kapuscinski explica cómo Herodoto entendió cuál es la labor principal del periodista reportero. “Debemos viajar, conocer a gente, preguntar, escuchar lo que dicen y así juntar material para luego escribir”, dice el escritor.
El método de averiguar, de conocer, de investigar que usaba Herodoto es el mismo que propugna Kapuscinski: la indagación directa. Es decir, ir al lugar de los hechos, conocer los detalles de primera mano, salir de la redacción, algo tan utópico en el periodismo actual de mesa de redacción.
El otro gran titular de la entrevista lo da Kapuscinski cuando habla de la curiosidad como elemento esencial y absolutamente indispensable para ser un buen periodista. “La curiosidad es el criterio de nuestro oficio. Un periodista debe ser curioso, le debe fascinar todo, inquietar todo. Si uno pierde esta fascinación, deja de ser periodista”.
Desgraciadamente este sentido de la curiosidad parece hoy en muchas ocasiones anestesiado. El periodismo se ha hecho cómodo. Los periodistas nos hemos vuelto cómodos y nuestra curiosidad no va más allá de lo que averiguamos en las redes sociales. Debemos volver a salir a la calle en busca de historias, con la mirada curiosa del primer día de ejercicio de profesión. Las historias, pequeñas y grandes, están ahí fuera. Sólo hay que ir a por ellas.
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