Hace unos días tuve ocasión de compartir en voz alta algunas reflexiones sobre la organización de las empresas informativas, el proceso de digitalización que están experimentando los medios de comunicación y los controles de calidad que aplican a sus productos y servicios.
Un buen amigo que trabaja en el departamento de marketing de una gran farmacéutica me invitó a participar en un encuentro con varias personas de su área. Durante las últimas semanas vienen manteniendo reuniones con profesionales de diferentes campos que no tienen nada que ver con el sector farmacéutico para analizar cómo funcionan, cuál es su organización y qué iniciativas digitales han puesto en marcha en sus respectivos ámbitos de trabajo con el objetivo de obtener ideas, identificar actividades, rutinas o iniciativas aplicables a su empresa y reducir ineficiencias en su forma de actuar.
Fue un encuentro muy agradable en el que, durante una hora y media, además se de explicar a grandes rasgos cómo ha cambiado en los últimos años la organización de las empresas informativas en general, y de las agencias de noticias en particular, también tuve ocasión de descubrir algunas de las múltiples restricciones legales de un sector tan regulado como el farmacéutico y cómo esto condiciona mucho el ritmo de implantación de su iniciativas digitales y de comunicación.
Las decisiones se toman, algunas veces, sin un periodo de reflexión imprescindible
En este sentido, uno de los aspectos que más llamó la atención a mis interlocutores fue la gran agilidad de los medios de comunicación para realizar su actividad diaria y difundir en Internet sus contenidos, en contraposición con la rigidez estructural de otros sectores, como puede ser el farmacéutico, el financiero o el energético.
En general, la estructura de los medios de comunicación es bastante líquida. Por supuesto que existe una jerarquía en la organización, pero la comunicación y la transmisión de órdenes fluye con rapidez. Quizá en ocasiones con demasiada rapidez, y las decisiones se toman, algunas veces, sin un periodo de reflexión imprescindible.
Está claro que en un medio de comunicación se toman multitud de decisiones cada día en tiempo real: un titular, un enfoque, cómo se prioriza una información, dónde se coloca en la web, cómo se promociona, etc.
La reputación y la credibilidad son valores que cuesta mucho tiempo conseguir y son muy fáciles de perder
La velocidad a la hora de decidir vienen condicionada por la materia prima con la que se trabaja en los medios: los hechos, la realidad, cambiante y subjetiva. Unas veces se acierta y otras se falla.
En otras ocasiones ya he hablado de la obsesión de los medios por el tiempo real, por esa necesidad autoimpuesta de estar en constante actualización, que muchas veces nos hace perder foco.
Los periodistas tenemos que aprender que la velocidad no lo es todo. No tenemos tantas exigencias regulatorias como una empresa farmacéutica o una energética. Nuestra exigencia viene por algo intangible pero muy apreciado: la reputación, la credibilidad. Valores que cuesta mucho tiempo conseguir y que son muy fáciles de perder.
A los medios les vendría muy bien hablar con otros sectores totalmente ajenos al periodismo para entender sus rutinas y sus procesos de creación de producto
Nos vendría muy bien a los periodistas hacer el mismo ejercicio que ha realizado esta empresa farmacéutica. Deberíamos hablar con otros sectores totalmente ajenos al periodismo para entender sus rutinas, sus procesos de reflexión, de análisis detallado de las implicaciones que tiene el lanzamiento de un producto, de un servicio o simplemente de un mensaje informativo.
Creo que estamos en un momento en el que el periodismo necesita más reflexión y menos impulsividad. Conviene fijarse en otros sectores, rumiar mucho sus procesos internos, el lanzamiento de productos, su relación con sus audiencias, las implicaciones negativas de este bucle infinito de aceleración informativa en el que ha entrado la profesión.
Se ha pasado de tener un día entero para hacer un periódico a tener solo unos segundos para decidir
El periodismo necesita pausa. Se ha pasado de tener un día entero para hacer un periódico a tener solo unos segundos para decidir. Parece que solo tenemos unos segundos para titular una información, para comprobar un dato, para lanzar un tuit. Y por eso nos equivocamos. Y mucho.
Pero no es cierto que tengamos poco tiempo para decidir un titular o para lanzar un tuit. Tenemos más de unos segundos. Creemos que no, pero tenemos más tiempo. Es una exigencia autoimpuesta que no conlleva un beneficio real y sí, por contra, puede acarrear más de un disgusto.
Quizás es necesario acompasar nuestra producción con los hábitos de consumo de información de la audiencia
No se trata de ralentizar en exceso el proceso. Quizá sea suficiente con dejar de pisar el acelerador e ir a la velocidad que marca la carretera, es decir, acompasar nuestra producción con los hábitos de consumo de información de los lectores. Ellos no están mirando constantemente Twitter; nosotros sí. Ellos no tienen activadas las notificaciones de cinco medios de comunicación diferentes; nosotros sí.
Si no dejamos de pisar el acelerador, nos seguirá pillando el radar. Y nos pondrán la cara roja de vergüenza señalando la foto trucada o el vídeo sin confirmar que hemos difundido.
Si no dejamos de pisar el acelerador, la policía, nuestra audiencia, nos seguirá poniendo multas y dejará de querer que seamos sus conductores. Será mejor que lo hagamos antes de que nos quiten el carnet, perdamos el coche y ellos elijan definitivamente a su Uber o Cabify: seguridad, comodidad de uso, facilidad de pago y garantía de servicio.
Deja una respuesta