Desde hace algunos meses estoy intentando aplicar el minimalismo a diferentes ámbitos de mi vida. Y uno de esos ámbitos es también a mi consumo de información.
Es un tema complicado porque soy un periodista en activo, trabajo en una agencia de noticias, y mi labor profesional es informar. Por tanto, una parte importante de mi trabajo es estar muy bien informado. Pero ¿en qué punto termina estar bien informado y empieza la saturación, la sobreabundancia, el contenido redundante que no aporta valor?
En la actual época de sobreinformación es más necesario que nunca convertirse en un lector/oyente/espectador activo, filtrar lo que te llega, discriminar con criterio los contenidos informativos que cada uno consumimos. ¿Por qué? Porque hay muchísima información que no aporta nada.
La actual saturación informativa me quita tiempo, me resta energía y no mejora mi calidad de vida
Un pequeño ejemplo de lo que estoy hablando. Hace unos días me encontré a primera hora de la mañana con una amiga, también periodista. Tras darnos los buenos días, lo primero que me dijo es: “¿Has visto que ha habido un terremoto en el Caribe?”.“Pues no. Debe haber sido hace unos pocos minutos porque escuché a primera hora el informativo de radio y no dijeron nada”, contesté.
Lo siguiente que hizo fue abrir su móvil y buscar la noticia. Entró en un medio y no había ni rastro de la noticia. “Es pronto, todavía no deben haber actualizado la página”, dije. Fue a otro medio y encontró la información sobre el terremoto. “Mira, aquí está”, me dijo.
Efectivamente, ahí estaba una noticia de una agencia internacional con los datos básicos: terremoto de 7,6 grados en Honduras y el Caribe, que no había causado daños importantes.
Tenemos que filtrar lo que nos llega, discriminar con criterio los contenidos informativos que consumimos
¿Qué me aportaba esta información? Nada, cero.
¿Era relevante para mí? No.
¿En qué me afectaba? En nada.
No volví a oír o a leer nada de ese terremoto. Ni ese día ni los siguientes. Era un ejemplo claro de esas informaciones irrelevantes que recibimos y que no nos aportan nada.
Todo esto se hace muy patente cuando entras en un medio de comunicación y te encuentras con la ración informativa diaria sobre Trump (aunque no sea noticia), sobre la enésima vulnerabilidad de WhastApp o sobre cualquier suceso menor, por no hablar de las infinitas ¿informaciones? con titulares tan brillantes y sórdidos como las luces de los locales de carretera de peor reputación.
Mi propuesta de minimalismo informativo es que reduzcas tus fuentes de información y el tiempo que dedicas a consumir noticias
Esta saturación informativa me quita tiempo, me resta energía y no mejora mi calidad de vida. Al contrario, muchas de esas noticias intrascendentes sobre, por ejemplo, sucesos truculentos en cualquier parte del mundo transmiten emociones negativas (enfado, tristeza, frustración…) que me distraen. Y no estoy dispuesto a distraerme, ni a cambiar mi humor por algún suceso desgraciado que puede ocurrir a miles de kilómetros de distancia o en mi ciudad, pero sobre el que no tengo ninguna posibilidad de modificar o paliar.
¿Significa todo esto que no estoy al corriente de la actualidad? No, por supuesto.
Como te decía al principio, una gran parte de mi trabajo es estar bien informado. Pero yo elijo cómo y cuándo me informo. Y sobre todo, en qué cantidad.
Desde hace ya mucho tiempo me he convertido en un lector activo, filtro todo lo que me va a llegar, en lugar de limitarme a un lector pasivo. Tengo configurado Feedly, un lector de RSS que me permite acceder de un vistazo a los medios de comunicación, blogs de periodismo, tecnología, productividad o cualquier tema que me interese. También las listas de personas que sigo en Twitter me ayudan en mi selección informativa diaria.
El reto es buscar la información que te aporte valor, que te ayude a vivir, a tomar mejores decisiones. Este tipo de información equivale a comer sano
Mi propuesta de minimalismo informativo es que reduzcas tus fuentes de información y el tiempo que dedicas a consumir noticias. Que selecciones lo que te sirve y que aprendas a discernir lo urgente, lo útil y lo interesante. El cambio es claro: yo decido sobre qué quiero estar informado, cuándo quiero estar informado y cómo.
El reto es buscar la información que te aporte valor, que te ayude a vivir, a tomar mejores decisiones. Este tipo de información equivale a comer sano, comida fresca. La información intrascendente, sin sustancia, es como la comida basura: te resulta atractiva, es adictiva, pegajosa, pero no tiene ningún valor nutricional, ni para tu cuerpo ni para tu cerebro.
Hay otra cara del minimalismo informativo, la que afecta a la oferta. Los medios de comunicación también tendrían que plantearse un minimalismo informativo, evitar la redundancia, la saturación. Aplicar un ‘menos es más’ nos iría bien a todos. Pero este tema lo dejo para otro día.
Deja una respuesta