“Cuando el periodismo aún se parecía al Periodismo, y eras un redactor novato que pisaba por primera vez la redacción, había dos personajes a los que mirabas con un respeto singular, mayor que el que te inspiraban los redactores jefes en mangas de camisa con tirantes y una botella de whisky metida en un cajón de la mesa, o los grandes reporteros con firma en primera página, a cuyas leyendas soñabas con unir un día la tuya. Los dos personajes a los que más podía respetar un joven periodista eran el corrector de estilo y el redactor veterano”.
Así comienza Arturo Pérez-Reverte Siéntate aquí, chaval, un genial retrato de cómo eran los inicios de la profesión periodística en la época en la que el periodismo no tenía el apellido digital y se podía fumar en las redacciones.
En mi caso, cuando entré por primera vez en una redacción con un contrato de prácticas bajo el brazo que aprovechar, ambas figuras (el redactor veterano y el corrector de estilo) estaban encarnadas en una persona. Los periodistas que ya tenían una trayectoria en aquella redacción y los jóvenes que empezábamos le entregábamos nuestros textos en papel según íbamos acabándolos, y tras una exhaustiva lectura nos llamaba para devolvernos una hoja llena de anotaciones y correcciones en rojo, y para acribillarnos a preguntas sobre los más pequeños e inverosímiles detalles de nuestra información.
No diré que esas dos tareas (el interrogatorio sobre los pormenores de una noticia y la corrección lingüística de los textos) han desaparecido de las redacciones, pero sí que han quedado reducidas prácticamente a un mero trámite. Basta con una pasada rápida por el corrector automático del procesador de textos para dar el visto bueno a una información y lanzarla en busca de su minuto (o tuit) de gloria en las redes sociales, con el único objetivo de atraer clicks en manada a la web.
Los recortes que durante los últimos años han afectado al periodismo empezaron, paradójicamente, por estas áreas fundamentales de la información: la corrección lingüística y la experiencia profesional. Y eso se ha notado, y mucho, en la calidad de la información. Una información mal escrita es igual a una información de mala calidad
Si ha habido una figura profesional que siempre ha estado minusvalorada en el periodismo y que fue de las primeras en salir de las redacciones, antes incluso de que empezara la crisis, esa es la del corrector de textos. Cada 27 de octubre se celebra, propuesto por la Fundación Litterae, el Día del Corrector para exaltar y agradecer la labor de todos los que diariamente cuidan de la lengua. Los correctores han elegido ese día porque el 27 de octubre de 1467 nació Desiderio Erasmo de Rotterdam, el gran humanista holandés que también realizó labores de corrector.
Constantemente vemos en prensa, Internet y en los rótulos de los informativos de televisión ejemplos de erratas y faltas de ortografía que provocan sonrojo, vergüenza ajena y, lo que es peor, falta de credibilidad en la profesión. Porque una información mal escrita es igual a una información de mala calidad.
La extinción de los correctores en las redacciones ha hecho mucho daño al periodismo. Su labor no solo se limitaba a detectar erratas y evitar errores que se escapaban a los ojos del autor del texto. La tarea de los correctores también consiste en enriquecer las informaciones proponiendo sinónimos y mejorando las frases para hacerlas más atractivas.
Porque una simple coma mal puesta puede provocar, en el mejor de los casos, un ataque de risa…
…o, en el peor, un serio disgusto para algún director.
Sin duda, una de las competencias básicas de un periodista es una correcta expresión oral y escrita. No se puede ser buen periodista si no se escribe correctamente, y si no se conocen y respetan las más elementales reglas de ortografía y de gramática.
Los periodistas deben tener un adecuado dominio del lenguaje, su herramienta de trabajo, y escribir con corrección y sin faltas de ortografía, independientemente de que haya correctores o no. Pero los correctores pueden ayudar a mejorar los textos periodísticos.
Como se indicaba en las conclusiones del X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, organizado por la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) y la Fundación San Millán de la Cogolla, los correctores hacen mejores a los escritores y periodistas porque «la corrección aporta seguridad y confianza a los periodistas y calidad a los textos finales».
X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo
La proliferación de redes sociales, blogs y plataformas de autoedición literaria también hacen cada vez más necesarios los servicios de correctores profesionales. Por ello, Fundéu BBVA y la Unión de Correctores (UniCo) han firmado un acuerdo para promover el uso de servicios profesionales de todo tipo de textos que se publican en formato digital.
Este blog tiene su propia correctora de estilo, @parizamar, que lee cada entrada, detecta errores, sugiere cambios, depura el estilo y mejora los textos con sus consejos. Sirva este artículo como agradecimiento y reconocimiento a su labor, y a la del resto de compañeros de profesión. Sería bueno volverlos a ver por las redacciones.
Me parece de suma importancia la existencia de los correctores de estilo y redacción yo recuerdo que antes los periodicos nunca tenían faltas de ortografía y hoy en día es una verguenza, me pregunto como le hacian para dar un elevado lenguaje a un artículo, y ordenar las frases para que sea entedido por todos .
Actualmente estudio en Unitec Mexico y espero realizar mis textos de forma entendible,
Saludos,
Arleny Calleeros