El pasado 1 de febrero participé en el primer Hangouts de Periodismo de 2017, invitado por Mauricio Jaramillo. Durante aproximadamente una hora tuve la ocasión de conversar con Miguel Ángel Bastenier, columnista en El País, y el propio Mauricio Jaramillo sobre la crisis de credibilidad del periodismo y algunos de los retos de la profesión para 2017.
Fue un encuentro realmente interesante y en el que el maestro Bastenier describió con una de sus frases geniales cuál es la actual situación del periodismo: “Lo que pasa es que no sabemos lo que pasa».
Pues sí, sinceramente esto tan simple es lo que nos ocurre hoy a los periodistas y a los medios de comunicación, que estamos inmersos en un gran tsunami que parece estar llevándose por delante la profesión, pero todavía no hemos sido capaces de encontrar la estrategia adecuada, no ya para ponernos a salvo, sino para sumarnos a la ola y acertar con un cambio de modelo de negocio que permita la supervivencia del oficio.
El debate giró en gran parte sobre las causas de la crisis de credibilidad por la que atraviesa el periodismo y que hace que, por ejemplo, en España el 10,8% de la población tenga confianza cero en los medios de comunicación, según un barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2015.
El periodismo se ha convertido en sospechoso de ocultar la verdad y desconocer los males del mundo
El periodismo, y por extensión los periodistas, nos hemos convertido en sospechosos de ocultar la verdad y de desconocer los males del mundo. Se nos achaca que no fuéramos capaces de prever la victoria del Brexit en Reino Unido, de Donald Trump en Estados Unidos o el rechazo al acuerdo de paz con las FARC en Colombia. Pero tampoco lo fueron los sociólogos o los estadísticos, que fallaron con sus sondeos.
El periodista, como recordó el profesor Bastenier durante la conversación, no es un sociólogo, aunque maneja elementos de la sociología; tampoco es un historiador, aunque utiliza material que emplearán los historiadores; ni es un novelista, aunque trabaja con elementos de la narrativa.
Pese a que tiene algunos aspectos de cada uno de ellos, los periodistas no somos ni sociólogos ni historiadores ni novelistas. Pero sobre todo, los periodistas no somos políticos, aunque durante muchos años hayamos jugado a serlo. Y este es, en mi opinión, el gran error del periodismo y la principal causa de la pérdida de credibilidad por la que atraviesa, que es tan profunda, precisamente, como la de los políticos.
Gran parte del problema del periodismo es ese estado de superioridad moral que ha tenido en las últimas décadas, que todavía parece tener, y que consiste en creer que su esencia es la batalla por la verdad.
Las personas no necesitan que nadie las salve y menos un periodista
El periodismo no puede ser hacer política por otros medios y muchos periodistas se creen con la misión redentora de salvar a la sociedad. Y las personas no necesitan que nadie las salve y menos un periodista.
“Los periodistas tenemos que asumir que somos agentes exteriores que debemos comprender e interpretar por qué pasan las cosas en el mundo. Y punto”, decía Bastenier.
Y no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación. Tenemos que asumir que la prensa no es el pilar de la democracia, pero la información sí.
Evidentemente que es necesaria una prensa libre y plural que denuncie los abusos del poder, ya sea económico, político o social. Pero pensar que los periodistas tenemos una misión cuasi redentora de la sociedad es un exceso que nos ha llevado a esta situación. No nos engañemos.
¿A quién beneficia esta pérdida de credibilidad del periodismo?
Al poder.
Por eso, el director de The Washington Post, Martin Baron, repite incansablemente que de todos los retos que tiene el periodismo en la actualidad, el principal es recuperar la credibilidad y luchar contra una “realidad virtual” en la que mucha gente parece vivir, donde las mentiras son aclamadas como la verdad oculta.
En la actualidad en cada lector se esconde un redactor jefe
Pero los lectores no son estúpidos. Los ciudadanos son capaces de pensar por sí mismos. Por supuesto. Y ya se han cansado del periodismo de apariencias, de los falsos expertos, del periodismo sin fuentes fiables o de que otros quieran pensar por ellos.
No están dispuestos a pagar por este periodismo, y hacen bien. Es un periodismo que no tiene valor. Ahora exigen un periodismo nuevo, que actúe a la luz pública y que, además de ofrecer información, abra canales de comunicación.
Entonces, ¿cómo recuperar el crédito?
En un escenario de sobreabundancia informativa, déficit de atención y reducción de las plantillas en los grandes medios, el desafío para los periodistas es inmenso. Pero yo apostaría por recuperar el crédito con más oficio. Es decir, volviendo a un equilibrio entre el interés, el atractivo, la relevación, el contexto y la autoridad de nuestras informaciones, donde toda la actividad esté orientada a dar servicio público.
La libertad de prensa no es un regalo, hay que luchar para mantenerla y los periodistas no podemos apelar a ningún tipo de privilegio (ya sea de protección de fuentes o de leyes) para mantenerla.
Y junto a todo ello apunto otras acciones para intentar eliminar la capa de sospecha que actualmente existe sobre gran parte de lo que se publica:
- Actitud crítica
- Separarse de los poderes
- Tomar partido por la gente y sus intereses
- Hacer periodismo a la luz pública
- Aumentar los controles y equilibrios internos y externos
- Demostrar nuestras habilidades profesionales y conocimientos
- Dejar de hacer un periodismo de seguimiento
- Deshomogeneizar el periodismo: ahora se clonan medios, diseños y noticias
- Incentivar un mix generacional en las redacciones: que los periodistas veteranos vuelvan a ocupar un puesto y compartan el oficio con las generaciones más jóvenes
En la actualidad en cada lector se esconde un redactor jefe. El lector quiere ser periodista. O más incluso, quiere dirigir el periódico. Me parece bien. Hagámosle un sitio a nuestro lado. Pasemos de la redacción cerrada a la redacción abierta. Pero también debemos recordarle una cosa fundamental: la buena información no puede ser gratis, tiene que pagar por ella.
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