Admitamos ya lo obvio, no nos engañemos ni un minuto más: la mayoría de la población no está profundamente interesada en la información. Ni lo han estado antes ni lo estarán en el futuro. Para la mayor parte de los lectores, oyentes y espectadores, el consumo de noticias es breve y consiste sobre todo en un vistazo rápido de los medios de comunicación para tener un conocimiento superficial de los principales acontecimientos. El contenido que interesa a los consumidores va por otro lado: informaciones de interés humano, deporte, estilo de vida, entretenimiento, hobbies, juegos, tecnología…
Esta falta de interés en las noticias no fue un problema para las empresas informativas en el pasado: las opciones de conseguir información y entretenimiento eran limitadas. Hoy, en cambio, existe una gran variedad de elección de sistemas de acceso a la información y de proveedores de contenidos. Y muchos de estos proveedores difunden sus contenidos mejor que las empresas periodísticas tradicionales, además gratis.
También es un hecho que un elevado número de consumidores están dispuestos a pagar por entretenimiento, pero no por noticias. Muchos no se interesan por las noticias incluso cuando se proporcionan gratis o a un precio mínimo.
Esto lo confirma el último estudio realizado por la consultora Accenture. Sólo el 17% de las noticias que los usuarios españoles de Internet consumen son de pago, o lo que es lo mismo, el 83% de los contenidos informativos son gratuitos. Por contra si en vez de noticias se consideran los programas de televisión y las películas, el 26% del contenido es de pago en España.
Pérdida de credibilidad
Las empresas han invertido enormes cantidades de dinero en intentar atraer al público: han rediseñado los periódicos, han invertido en tecnología para ganar en rapidez, han explorado modelos innovadores de recoger y distribuir noticias, y han intentado explorar los intereses de las audiencias. Sin embargo no han conseguido superar el rechazo de los ciudadanos a las noticias. ¿Por qué?
El consumo de noticias está hoy en su punto más bajo de los últimos 50 años y sigue bajando. Además los medios de comunicación siguen perdiendo credibilidad, en Estados Unidos y en Europa. Es una tendencia imparable a la que los periodistas, con su acercamiento al poder político y económico, han contribuido a extender. Ello ha provocado que las noticias, la información, no tenga actualmente ningún valor para el público.
Una máxima esencial de los negocios es que para que una empresa tenga éxito debe atender las necesidades y deseos de sus consumidores. Y esto es muy complicado para los medios porque incluyen necesidades y deseos tanto públicos como privados. A menudo se escucha la expresión “las noticias que el público necesita”. La pregunta es ¿necesita para qué?
Sin embargo, que un elevado número de personas rechacen sistemáticamente las ofertas de las empresas informativas no significa que quieran noticias de consumo rápido o telebasura.
Como subraya Robert G. Picart, el desafío actual de las empresas informativas está en comprender que las funciones de los medios en la sociedad están cambiando. En el siglo XXI los individuos utilizan los medios de forma muy diferente a la del siglo XX. El cambio más relevante es el del control de los contenidos que tiene el público. Los ciudadanos desarrollamos cada vez más habilidades de selección y filtro de la información, interactuamos con los contenidos y aportamos contenidos propios.
Por tanto, para poder sostenerse en el futuro, las empresas informativas necesitan encontrar modos para reducir su distancia con las audiencias y fomentar una mayor confianza. Sin tales elementos, su capacidad de crear valor y ser útil a los ciudadanos es muy limitada.
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