No es fácil escribir bien. La escritura no brota de forma espontánea, requiere esfuerzo, organización, dedicación y, sobre todo, práctica. Hay muchos libros y manuales para aprender a escribir bien. Acabo de leer uno muy recomendable por su estilo directo, ameno y práctico: La escritura transparente, de William Lyon.
Se trata de un libro dirigido a periodistas, pero también interesante para no profesionales que quieran escribir mejor. Contiene algunos consejos, reglas, lecciones y trucos adquiridos por su autor, William Lyon, durante casi 50 años como reportero, editor y profesor.
La escritura transparente se basa en dos premisas básicas:
- Hay que organizarse antes de escribir. Toda escritura es cuestión de organización: qué cuentas, dónde lo cuentas y con qué extensión.
- Siempre tiene que revisar el texto otra persona antes de publicarlo o difundirlo.
Una de las mejores maneras de aprender a escribir es editando lo que escriben los demás. Aunque solo sea mentalmente, hay que hacerse algunas preguntas: ¿qué falta?, ¿qué sobra?, ¿cómo lo hubiera hecho yo?
“Preséntales la información de forma concisa para que la lean, clara para que la entiendan, amena para que la recuerden y, sobre todo, con precisión para que su claridad les guíe” (Joseph Pulitzer)
La escritura transparente es un libro de anécdotas con numerosas citas y ejemplos. William Lyon cuenta cómo convenció a Juan Luis Cebrián (director de El País desde 1976 hasta 1988) para que lo contratara como editor, cómo enviaban fotos por línea telefónica en los sesenta, o el cambio de mentalidad que exigía escribir a máquina.
Lyon analiza el estilo de las agencias de noticias y mantiene que la organización de la información en forma de pirámide invertida (de lo más importante a lo menos relevante) sigue siendo válida hoy en día en los medios digitales. Eso sí, siempre con una premisa: no aburrir al lector.
Por este motivo, subraya la necesidad de cuidar el comienzo de cualquier texto, ya sea periodístico (una noticia, una crónica, un reportaje) o no. Y de nuevo recurre a una cita, en este caso de Platón: “El comienzo es la parte más importante de la obra”.
Tanta importancia le da Lyon al comienzo de un texto que en el libro desarrolla su propia Teoría Unificada de los Comienzos de los Artículos Periodísticos (TUCAP).
El libro muestra cómo editar noticias y titulares con casos reales extraídos de la prensa
“El comienzo de la mayor parte de las noticias debe consistir en tres elementos o bloques, cada uno con una extensión que va desde una sola frase hasta varios párrafos, que provoquen un diálogo con el lector”, dice el autor.
El primer bloque ofrece información que suscita una reacción entre “eso es interesante” y “¡Dios mío, qué me dices!”, seguida de una petición del lector: “Cuéntame más”.
El segundo bloque responde a ese interés del lector y aporta más datos. Aquí deben incluirse los detalles que completen la información aportada en el bloque anterior y mantenga el deseo de avanzar en la lectura del texto.
No escriban historias de bancos para banqueros. Escríbanlas para los clientes de los bancos. Hay muchísimos más
En el tercer bloque aparece la voz, las comillas, la declaración del protagonista de la noticia o de un experto del tema que se esté tratando. El objetivo es dejar que los protagonistas del hecho se expliquen y dotar al texto de credibilidad y autoridad al incluir a algún especialista en el asunto.
La TUCAP admite variaciones, ya que los bloques pueden variar en su extensión o en su orden, o incluso pueden combinarse. Pero Lyon considera que el comienzo de un artículo debe contener esos tres elementos.
Esta TUCAP no solo es aplicable a la noticia, también, por supuesto, al reportaje largo o a la crónica.
Nadie se va a quejar jamás porque hayas hecho algo demasiado fácil de entender
El libro está repleto de ejemplos en los que analiza y mejora numerosos textos periodísticos o explica cuál era el método de trabajo de la revista Time para hacer sus reportajes.
“Nadie se va a quejar jamás porque hayas hecho algo demasiado fácil de entender”. Pero tampoco hay que pasarse: “Intenta que todo sea lo más simple posible, pero no más simple de lo que es” (Einstein)
Para terminar, recopilo algunos de los consejos que da William Lyon para escribir mejor:
• Ponte en lugar del lector. Dale facilidades, elimina barreras, despeja su camino.
• Cuando estés escribiendo, piensa que un amigo te llama y te pregunta: ¿qué estás escribiendo? Tienes que contárselo con una o dos frases: al hablar de manera espontánea, solemos ser más director y concisos. Allí estará la noticia.
• Busca un hilo conductor que vertebre el material, para dar la sensación de comienzo, medio y final.
• Desarrolla las ideas principales de un artículo a través de uno o varios párrafos por idea.
• El comienzo de un párrafo suele ser una afirmación y el resto ejemplos, estadísticas, descripciones, declaraciones.
• Muchas veces el párrafo termina con el dato más concreto.
• No hay que abusar de las citas directas.
• Para transmitir información básica es mejor parafrasear lo que ha dicho el entrevistado y poner entre comillas solo las declaraciones más llamativas y elocuentes.
• Se deben hacer transiciones entre párrafo y párrafo para facilitar la lectura.
• Hay que dosificar la información: no bombardear con datos y cifras que hagan difícil comprender el texto.
• Hay que dar la información esencial para comprender el texto: por eso es necesario incluir los antecedentes. Muchos redactores, al ser expertos, se olvidan de que están escribiendo para lectores menos informados que ellos.
• Es necesario traducir el lenguaje técnico. Hay que emplear un lenguaje asequible a todo tipo de lectores, sobre todo cuando se aborden termas de economía, asuntos judiciales, de salud o de ciencia.
Un director de The Wall Street Journal dijo a sus redactores: “No escriban historias de bancos para banqueros. Escríbanlas para los clientes de los bancos. Hay muchísimos más”.
Además de todos estos consejos, La escritura transparente contiene numerosas recomendaciones para abordar la escritura de un texto muy largo o de un libro.
“Cuando escribas no aspires a que sea posible entenderte, sino a que sea imposible no entenderte” (Marco Fabio Quintiliano).
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