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El tratamiento informativo que se ha dado en los medios de comunicación españoles a la noticia del primer caso de contagio de ébola en España y en Europa, el de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, ha puesto de manifiesto hasta qué punto el periodismo en España está en crisis. Una crisis que va más allá del modelo de negocio, de las fuentes de financiación, de los soportes o de la precariedad de las redacciones. Es una crisis que afecta a las rutinas informativas y al trabajo periodístico personal y colectivo. Afecta a la propia esencia de la profesión.
Cuando el lunes 6 de octubre, a primera hora de la tarde, se conoció que había una persona contagiada de ébola en un hospital de Alcorcón se desató, lógicamente, un tsumani informativo que ha arrastrado en más ocasiones de las deseables los principios básicos de esta profesión: veracidad, rigurosidad, independencia, servicio público y respeto a la intimidad de afectados y familiares.
Más allá de los ejemplos concretos que podemos encontrar en esta ocasión, y de la ausencia de una gestión informativa adecuada por parte de autoridades sanitarias y políticas que ha contribuido a empeorar la situación, los periodistas tenemos que reconocer que hemos fallado.
Lo lamentable es que no es la primera vez que pasa. Periodistas y medios de comunicación tendríamos que hacer un análisis sosegado de por qué fallamos siempre cuando se producen este tipo de crisis. Deberíamos ver cuáles han sido las prácticas profesionales erróneas que aplicamos habitualmente y que se potencian al máximo en casos tan sensibles como este. Deberíamos identificar los virus que afectan a la profesión y que se han puesto de manifiesto claramente en esta crisis.
1. El virus de lo negativo
Los periodistas nos ponemos en lo peor. Destacamos casi siempre el peor escenario posible al informar de una crisis sanitaria o alimentaria. Es una tendencia natural del periodismo llevar siempre al titular el peor escenario posible, anteponer los datos más negativos de todos los hipotéticamente factibles. Luego, en el desarrollo de la información, siempre se matiza, pero la idea que se resalta es la negativa. Esto contribuye, sin duda, a desinformar y generar alarma en la sociedad.
2. El virus del enfrentamiento
Potenciamos el conflicto y la controversia. Sin conflicto no hay noticia, dicen algunos. A los periodistas nos gusta primar los aspectos de controversia sobre un tema aunque no sean los fundamentales de la información. Subrayamos las diferencias, potenciamos el enfrentamiento y buscamos la polémica dejando muchas veces en un segundo plano el objeto central de las noticias. Generamos tensión a nuestra audiencia.
3. El virus del periodismo-espectáculo
No contamos noticias, hacemos películas. Los periodistas actuamos cada vez más como guionistas de cine: enfocamos la información como si tuviéramos que hacer un guion para una película. El periodismo tiende a explotar los aspectos personales de una noticia, la historia, el enfoque humano, la dramatización del problema, ponemos en práctica las técnicas de storytelling.
Esto acerca nuestras informaciones al público pero convierte al periodista en un esclavo de la narración: debe encontrar testimonios al precio que sea y de quién sea. Si no podemos hablar con los protagonistas de los hechos ponemos el micrófono al primero que pase por allí, sea el vecino, el portero de la finca o el quiosquero, aunque no tenga nada relevante que decir. Hay que estirar un programa, rellenar minutos, hacer espectáculo.
4. El virus de la inmediatez
Los periodistas hemos entrado hace ya mucho tiempo en una carrera desenfrenada por alimentar a la bestia o, mejor dicho, a las bestias. ¿Y quiénes son las bestias? Pues al menos hay dos.
En primer lugar una sociedad dopada informativamente, a la que estamos acostumbrando a consumir noticias en tiempo real y que tiende a actuar de manera compulsiva ante las amenazas que percibe como inmediatas.
En segundo lugar, una presión periodística autoimpuesta que nos obliga a ser los primeros, a publicar antes que nadie un dato que todos tienen, a difundir rápidamente una imagen y a copiar a la competencia bajo la máxima de “si ellos lo dan, nosotros también”.
En estas crisis generamos una rueda perversa en la que los lectores esperan más información, difundimos datos para saciar la demanda y se crea una espiral de miedo que a veces puede ser peor que el propio problema que lo ha generado.
“Aprovechar esta crisis para convertir la información en espectáculo con el objetivo de ganar audiencia anula la credibilidad de los medios y su función de servicio público y deja a los ciudadanos indefensos cuando están más necesitados que nunca de recibir datos verídicos, rigurosos y debidamente contrastados”, dice la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) en un duro comunicado.
Información, credibilidad, servicio público, ética, reflexión, análisis, datos verídicos, rigurosos, contrastados… son los principales tratamientos a unos virus que afectan a la profesión. Pongámoslos en práctica y paremos tres minutos antes de publicar.
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